UC - Críticas
| País: Rusia y Reino Unido. Año: 2013. Duración: 88 min. Género: Documental.
Dirección: Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin. Producción: Mike Lerner y Maxim Pozdorovkin. Música: Simon Russell y Pussy Riot. Fotografía: Antony Butts. Montaje: Esteban Uyarra. Distribuidora: Karma Films.
Estreno en España: 7 Febrero 2014. |
Interpretación: Mariya Alyokhina, Ekaterina Samutsevich, Nadezhda Tolokonnikova. |
LA PLEGARIA DOCUMENTAL DE PUSSY RIOT
La detención el 21 de febrero de 2012 de tres integrantes del grupo punk Pussy Riot en Moscú reveló no sin cierto malestar que el aparente gobierno liberal de Vladimir Putin no lo era tanto. El documental ‘Pussy Riot: una plegaria punk’ vuelve a poner en el candelero el mediático proceso a sus integrantes repleto de sombras, si bien no les hace justicia por centrarse demasiado en todas sus luces, quizá por pecar en alargar un poco más un momento de gloria que nunca se debió haber producido.
SINOPSIS: En febrero de 2012, tres integrantes del grupo contracultural ruso Pussy Riot irrumpieron en la catedral principal de Moscú logrando dar un controvertido concierto frente al altar durante cuarenta segundos, por el que fueron detenidas por herejía tras cantar en contra de la vinculación religiosa del Gobierno. Durante meses, Nadezha Tolokonnikova, Maria Alyokhina y Yekaterina Samutsevich se enfrentaron a un duro proceso judicial y a la opinión pública logrando poner en entre dicho la supuesta libertad de expresión del gobierno de Putin.
Pocas cosas han cambiado en el abc de la realización documental desde ‘Nanuk, el esquimal’ (Robert J. Flaherty, 1922), considerada la primera muestra del género, hasta la aplaudida ‘The act of killing’ (Oppenheimer & Cynn, 2012). El material coetáneo, la hemeroteca, las entrevistas e incluso las reconstrucciones conforman el muestrario lícito de lo que se supone es un correcto repaso, no necesariamente objetivo pero desde luego mínimamente interesante, a unos hechos concretos. ‘Pussy Riot: una plegaria punk’ peca precisamente de conformarse con la baraja que le toca jugar y componer una defendible escalera de color que, al final de la partida, sabe a farol. Y no precisamente por su falta de veracidad, si no por su carencia de arrojo a la hora de meter el dedo en la llaga y profundizar ya no sólo en la falta de transparencia gubernamental de Vladimir Putin, si no en la psicología y emotividad de sus protagonistas más allá del papel que les ha tocado jugar en esta extraña partida de póker.
Su estilo de reportaje amarillista sobre el proceso judicial, a pesar de su corrección y de usar imágenes inéditas, y su bipolar construcción de entrevistas entre la familia y (con esto parece bastar) de grupos fanático-religiosos, al tiempo que demoniza la figura de Putin con un par de juegos de montaje, parecen resultarles suficientes a los directores de este documental aflojado sobre un hecho deleznable y violento contra la libertad de expresión y, sobre todo, contra tres mujeres cuyo protagonismo y exposición no acaba de cristalizar.
